30 de mayo de 2011

Cinco pisos

A mi alrededor caras familiares
que no van a ni ninguna parte,
no tienen expresión,
no tienen mañana.

¿A dónde irán mis recuerdos cuando yo ya no esté?
¿Dónde irán mi alegría, mis ganas de vivir y de amar?
Mis abrazos, mis lecciones de vida, mi yo,
sólo yo,
no estarán ya al alcance de nadie,
ni de mí misma.
Quizás eso sea lo que me apena,
las tazas de dificultad que la gente agrega al aprecio de lo sencillo,
lo de cada día.

Y la vida, la gente va pasando,
sin saber muy bien por qué sonreír o dejar ir un comentario insolente.
Somos todos tan insignificantes,
tan sencillos,
y no sé por qué extraña razón queremos ser otra cosa...
crecer, inflarnos como el maíz y ser palomitas de otro cine.
¿Para qué?
Este mundo no es tan malo, lo hemos gastado, lo hemos usado…
Convencida estoy que si el ser humano volviese a existir volvería a repasar todas y cada una de sus huellas,
como el camino de un caracol,
invisible y pegajoso.

La gente camina en círculo
y los niños cada día esperan con más intensidad el día de su cumpleaños.
Yo ya no quiero cumplir ni descumplir.
Ya me quedo quieta sentada en estas escaleras,
en el quinto piso, llueve y me acuerdo de ti,
y del resto del mundo.

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