1 de abril de 2011

Definitiva sed de ti

Y siempre y a las cinco de la tarde
se posa una pega en la rama de aquel árbol.
Las dos a la misma altura,
la una aburrida, la otra descansando.
Las hojas se mueven despacio
como el tiempo que pasa a mi lado.
Pero ella vuela ágil, repentina
y yo parezco estar colgada de un hilo danzante
que no hace más que dar círculos a través del mismo pensamiento.
Constante.
Palabras, palabras y más palabras,
se apretujan en mi mente vacía.
Respiración torcida, entrecerrados los ojos,
la pluma ya se descargó
y me asusta la noche,
esa que cada mañana espero,
esa que agita mi moral,
esa que me lanza otro beso,
y se queda al pie de la escalera,
acabando el último cigarro.

       

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