8 de enero de 2011

Los cronopios no somos raros

Este cronopio nació con el cordón umbilical alrededor del cuello... pero nació y hasta hoy sobrevive, surrealistamente, pero sobrevive.

Cuando me piden explicaciones también, como él, es 'a pura pérdida'.
Un metro sesenta y siete de soledad escribiendo estas pocas palabras.
Que si maestra que si artista que si payasa de circo... Nariz roja.
Todo y nada para seguir viviendo.
Si creo en mí sólo lo sé yo y nadie más.
Nadie más lo disimula como yo de bien.
Nunca soy completamente un ser humano, cronopialmente hablando.
Desde pequeña, a-social, capitana de barco sin timón y amiga de la honestidad que rompe las pequeñas amistades de patio de recreo.

Una vez amé mucho a un fama (un ser perfectamente organizado y metódico hasta en la forma sonreír). Esa situación mató mi espontaneidad hasta el grado de no querer saber nada más de ellos y de su forma de ver la vida.
Ahora, sólo creo en la lentitud y carisma de los cronopios.
Las esperanzas me irritan, el sometimiento y la dependencia, la inexpresión de la iniciativa...

¿Qué necesidad de entusiasmo arrebatador puntual para continuar con esto?

Creo que no existe el entusiasmo como tal, más bien son los entrentusiasmos los que nos hacen caminar por la vida sin caernos. Lo otro es un regalo, una flor en medio de la hierba.
   

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