1 de febrero de 2011

Luces

A mitad de la escalera me paré.
Con las bolsas en la mano.
Venía de clase, de noche, lloviendo.
Compras de última hora,
pesaban un chingo,
pero mi cuerpo se paró y mis manos no se bajaron para que pudiera dejarlas en el suelo.
No sé qué sensación extraña recorrió mi mente y mis recuerdos.
Tal vez la canción que estaba sonando en mis oídos te trajo delante de mí.
Sonó el estribillo, en inglés, que intenté imitar,
como siempre,
no sé qué dice,
pero es triste,
seguro.

El ruido traqueteante del interruptor se acabó y con él,
la luz.
Me quedé a oscuras.
Todavía las bolsas en la mano
pesaban más,
y la canción seguía dibujándote delante de mí.

Pasó un buen rato,
tal vez unos minutos o unos pocos de días.

Otra luz se encendió en una ventana muy pequeña.

Pensé:
- cuando una luz grande se apaga
tal vez sea para que aprendas a caminar por la oscuridad;
cuando una luz pequeña se enciende,
sólo necesitas seguirla -.
Cerré los ojos y se acabó la canción.
Miré hacia arriba y, aliviada, volví a ubicarte entre mis pensamientos,
donde siempre te acomodo para que no me estorbes y me alientes en cada paso.
Dejé las bolsas en el suelo,
se me cayó una lágrima y abrí la puerta de la casa.

En esta casa siempre hay muchas luces encendidas
y a mí me gusta más abrir la ventana,
dejar que todas las canciones se metan en mi cuarto,
como culebras siseantes;
que dejen el rastro,
que sea la luz de la luna la que me abrace.

Hoy, como mañana,
sólo soy un reflejo de ayer.

Xío

1 comentario:

  1. yo soy de los recojo bolsas en el suelo. o cosas.
    la gente se siente mejor después... finhen no ver cuando uno se las lleva... yo creo que se alivianan, al final.

    ResponderEliminar